1 5.OOO KILÓMETROS ~ Vie Ago 13, 2010 1:25 am
ClaritaJBSpain
Bueno, en primer lugar queria deciros que yo empece este fanfic hace MUCHO, y no en plan fanfic, sino en plan novela, asi que tiene cosas un poquito mas en plan en serio, aunque no deja de ser un fanfic xD
Empecé a escribirlo en Tuenti y en varios foros (total a lo mejor alguien ya la ha leido ) y tuvo bastante éxito :3 ahora pruebo aqui. Ya tengo hasta el capítulo veintipico y si veo que gusta subiré uno diario o hasta 2, sino, pues nada, lo dejaré xd
Ah también quiero decir que los Jonas empiezan a salir de verdad sobre el capítulo...5 o asi no me acuerdo, asi que entiendo que el principio os sea aburrido xD pero vosotr@s no lo dejeis, que despues, vereis que sera JONAS JONAS Y JONAS os pongo los tres primeros capitulos..y a partir de ahi..es donde empieza lo interesante.. Un besito!<3 si veo que os gusta pronto subo el 4!
CAPÍTULO 1
Las manecillas del reloj se unieron en el número seis. Cada vez quedaba menos, pero me sentía atónita y vigorosa y los nervios corroían mi cuerpo de arriba abajo. Hundí las manos en mis mejillas, mirando el reloj con su incesable tictac. No podía evitar sonreír cuando imaginaba qué ocurriría en apenas unas horas. Cerré los ojos y pensé en el avión que me llevaría hasta Estados Unidos. Iba a hacer allí el Bachillerato de letras gracias a una beca, exactamente en la gran ciudad de Nueva York, en un barrio a las afueras de Manhattan.
El chirriar de la puerta de mi habitación cesó mis pensamientos.
Al ver la pequeña sombra que proyectaba el frágil cuerpo de Laura, casi solté una lágrima, que reprimí en los ojos mientras abrazaba a mi hermana pequeña. La cogí en brazos y la sostuve sobre mi regazo, mientras acariciaba sus rizos de apenas unos centímetros.
Laura tenía ocho años. Estudiaba en casa, donde estaba aprendiendo a leer y escribir. Tenía una maestra particular que la cuidaba y la atendía cuando ni mi madre ni yo estábamos en casa. Ella no podía ir al colegio como los demás niños de su edad. Tenía que ir al hospital y ser atendida frecuentemente. Laura sufría leucemia. No muy grave, pero tampoco para despreocuparse. Era tan delgada que parecía una pluma, se podían apreciar sus costillas bajo su camisón de seda blanca y sus dedos parecían ausentes de carne.
Era la única razón por la que a veces deseaba quedarme. Yo era lo único que Laura tenía. Si me iba, se quedaría completamente sola. Nuestro padre murió poco después de que ella naciera, y nuestra madre trabajaba todo el día en la comisaría de policía de la ciudad.
-No quiero que te vayas. –Su tierna e inocente mirada infantil me hizo suspirar. Apartó mi mano de su pelo para colocarla entre las suyas y apretó los dientes esperando una respuesta.
-Volveré pronto a verte, te lo dije. Te traeré un montón de cosas, te llamaré todos los días… -No sabía que más razones dar, pues lo cierto es que hubiera querido llevarla conmigo. Intenté hacer un esfuerzo por sonreír y porque ella no me viera desilusionada.
-¿Lo prometes? –Dijo apartando la mirada, dejándola flotando en el aire observando la nada.
-Sí. –Contesté, intentando que no notara la vibración de mi voz por culpa del nudo que se hallaba en mi garganta y trataba de salir en forma de lágrimas.
Después de un largo abrazo, me llamó.
-Clara.
-Sí.
-Si ves a Joe, dale esto. –Sacó de su bolsillo un papel doblado y arrugado. Al desdoblarlo, vi un dibujo de un chico que debía ser él. –Y dile que le quiero mucho.
Joe Jonas era uno de los cantantes de nuestro grupo favorito, Jonas Brothers, junto con sus hermanos Kevin y Nick. Era la única de mis amigas que les gustaban, pero me daba igual, porque para mí mi hermana era como mi mejor amiga.
-Se lo diré. –Susurré, y la volví a abrazar como si fuera el último abrazo de todos, mientras las lágrimas escapaban de mis ojos como si hubieran estado conteniendo todo el rato sus ganas de salir.
CAPITULO 2
Bostecé una vez, dos veces. Cerré los ojos y volví a bostezar. Parecía imposible dormir, -a pesar del sueño que tenía- pensando en lo que me esperaba tras unas horas de avión. Estaba tan nerviosa que no podía dejar de agitarme en el asiento.
Aunque para cuando pude haberme dado cuenta, había logrado dormirme. Me despertaron de vez en cuando algunas turbulencias, pero conseguí dormir casi todo el trayecto de un tirón.
Di un respingo en el asiento, sobresaltada, al oír a las azafatas de indicar que íbamos a aterrizar. Volví a sentir un extraño cosquilleo en el estómago, a causa de la culpabilidad que sentía por dejar sola a Laura y por la ilusión que experimentaba por todo lo que iba a ocurrir a partir de ese momento.
Bajé del avión algo perdida, con las maletas en la mano. Inspiré despacio, como haciéndome a la idea de dónde estaba, deseando empezar a conocer Estados Unidos y pensando que los Jonas Brothers, y en especial Nick, mi favorito de ellos, podía estar unos metros de mí, que parecen muchos, pero después de vivir en un continente mucho más lejano, ahora parecía mucho más cerca.
El aeropuerto era enorme. La gente se mostraba indiferente, cada persona iba a lo suyo, por lo que pase desapercibida. Me encantaba el ambiente internacional, los relojes enormes, las máquinas de snacks y las maletas rodando de un lado a otro.
*A partir de aquí todas las conversaciones serían en inglés*
-¿Clara? –Resonó una voz detrás de mí.
-¡Jennifer!
Me sentí agradecida de ver una cara amiga. Conocí a Jennifer por Internet en un programa del instituto; ella iba a ser mi guía y mi casera por Nueva York, mi nuevo hogar, donde viviríamos su madre; Kate; su hermana pequeña de once años; Ashley; ella, y yo.
Su casa era un piso, pequeño pero suficiente. Jennifer y yo íbamos a dormir juntas en su cuarto. La presentación fue estupenda, me acogieron muy bien. Jennifer me condujo hasta su habitación. La casa era muy bonita, los muebles eran todos de madera ya algo antiguos pero elegantes. Yo miraba hacia todos los lados con curiosidad, sentía que allí iba a estar bien.
-Ésta en mi habitación. –Jennifer abrió una puerta para mostrarme nuestro nuevo cuarto. Había dos camas individuales cubiertas con unas sábanas azules, un par de ventanas grandes y un escritorio con un pequeño ordenador portátil.
Susurré: -Me encanta.
Ella me dejó estar un rato sola para descansar del largo viaje, me tumbé en la cama para pensar, me di una ducha rápida y me puse guapa para dar la primera vuelta por la ciudad.
“Pom, pom”
Ashley se asomó despacio a la puerta, con una sonrisa pícara en los labios. Hice una seña con la cabeza para que entrara, mientras me hacía la raya en los ojos, y ella se acercó a mí dando saltos mientras sus rizos rubios rebotaban contra sus hombros.
-¿Quieres ver mi habitación antes de irte? –me preguntó de forma inocente.
-Claro que sí –Me esforcé por sonreírle, y ella, con toda la confianza del mundo, tomó mi mano y me llevó hasta la habitación de al lado.
Conforme se fue abriendo la puerta las facciones de mi rostro fueron cambiando completamente a una expresión de sorpresa, apenas podía creérmelo.
-¿TE GUSTAN LOS JONAS BROTHERS? –Lo grité tan alto que tuvo que oírlo toda la ciudad. Su habitación estaba completamente cubierta de posters de ellos; (tal como la mía de España), de objetos… una camiseta de Kevin estaba colgada en una de las sillas, y sentí de pronto una extraña sensación que indicaba que en esa casa iba a pasarlo bastante bien.
-¡Me encantan! –Rió ella mientras se sentaba en la cama, con las sábanas de ellos. –¿Y a ti?
-¡Los amo! Siempre los he amado, son mi grupo favorito. –Dije ilusionada mientras lograba hacerme a la idea.
-¡Yo también! Esto es… genial.
Jennifer llegó justo en ese momento, probablemente debido a nuestro alto tono de voz.
-¿Qué ocurre? Oh, mi hermana ya te está enseñando su asqueroso cuarto, lleno de los mierdas estos…
Me entraron ganas de gritarle lo mucho que se equivocaba, pero me resistí. Me sentí muy desilusionada, como si acabaran de darme una puñalada. La miré con algo de rabia, pero intenté mantenerme tranquila.
-A mí también me gustan. –Dije lo más tranquila que pude.
Ella hizo una mueca de asco y salió de la habitación, algo que me hizo rabiar.
-Es normal. –me tranquilizó Ashley.
-Ya. –Fue lo único que pude decir antes de salir a la calle, por si el aire me relajaba un rato.
CAPITULO 3
Comencé a caminar sin rumbo alguno, apenas sin pensar, estaba algo aturdida por todo. Apenas presté atención a lo que se encontraba a mi alrededor, tanto que casi provoqué un accidente al cruzar la calle sin mirar. Me senté en un bar a tomarme una Coca-Cola, que se me hizo algo pesada. Me senté en una esquina donde nadie se molestó si quiera en mirarme y empecé a mirar unos folletos turísticos sobre la ciudad.
Poco a poco se fue haciendo más tarde hasta que cayó la noche. La gente salió del local, que no abría para la cena, hasta tal punto que quedé yo sola. Por no hacer esperar a los camareros, salí del bar. Se había hecho de noche muy pronto, y al quedar en la calle me percaté de que, en la callejuela en la que se encontraba en bar, solo estábamos unos cuantos gatos y yo. Me puse la chaqueta, pues era una noche algo fría para ser septiembre, y comencé a andar para buscar el final de la estrecha calle, donde apenas se veía nada por ninguno de los dos lados. Fue algo bastante extraño: no recordaba por dónde había entrado, había estado tan distraída mirando los folletos que se me había olvidado todo, y ahora me sentía perdida en aquella calle tan larga que parecía que nunca acababa. Lo único que podía hacer era echar a andar en uno de los sentidos y esperar a encontrar la salida.
Anduve unos minutos en una dirección y sin parar, esperando acabar pronto. No había ni una simple farola en el callejón, de vez en cuando se oían ruidos que debían de ser debido a un gato o a saber qué que pudiera estar entre esas dos paredes. Preferí no saberlo y continuar, pero llegué al punto en el que ya ni siquiera veía por donde iba. Entonces ocurrió algo que no sabría bien como describir, fue todo demasiado rápido: al poco tiempo de estar completamente perdida, me mareé y perdí un poco el equilibrio, tropezándome. Esperé que llegara el momento en el que mi cuerpo se estampara contra el suelo, pero no fue así, pues unos brazos bastante fuertes me sostuvieron. Miré hacia atrás esperando ver su cara para darle las gracias por salvarme de un golpe que podría haber sido bastante fuerte, pero no vi más que eso, una cara, pero sin poder distinguir nada más de que era un rostro.
-¿Estás bien?
Pude averiguar al oir su voz, -dulce como la de un ángel-, que era un chico, aunque ya lo había supuesto al sentir sus brazos.
-Sí. –Dije apenas en un susurro, entornando los ojos por intentar ver los suyos, cosa que fue imposible. De pronto, me sentí incómoda al notar que continuaba en sus brazos. Él me colocó con delicadeza en el suelo.
-Lo siento, no sé que ha podido pasar. Estaba buscando la salida… y… de pronto, yo… pues… -Noté que empecé a liar mis propias palabras debido a mi nerviosismo. Noté que él reía.
-Tranquila, no pasa nada, la salida es por el otro lado. –Se agachó un momento- Y… toma tu bolso.
Había sido tan despistada que hasta se me había caído el bolso, iba a pensar que era una descuidada y seguro que había quedado en ridículo delante de aquel chico tan misterioso. Quise que me tragara la tierra por unos segundos.
-Gracias.
-No las des.
Entonces se fue tan rápido como había aparecido, y pude apreciar que su cabeza se cubría entera de oscuros rizos que rebotaban en el aire mientras se perdía en la oscuridad.
Espero que os hayan gustado..^^ COMENTAD, NO SEAIS FANTASMILLAS^^
Clara xo
Empecé a escribirlo en Tuenti y en varios foros (total a lo mejor alguien ya la ha leido ) y tuvo bastante éxito :3 ahora pruebo aqui. Ya tengo hasta el capítulo veintipico y si veo que gusta subiré uno diario o hasta 2, sino, pues nada, lo dejaré xd
Ah también quiero decir que los Jonas empiezan a salir de verdad sobre el capítulo...5 o asi no me acuerdo, asi que entiendo que el principio os sea aburrido xD pero vosotr@s no lo dejeis, que despues, vereis que sera JONAS JONAS Y JONAS os pongo los tres primeros capitulos..y a partir de ahi..es donde empieza lo interesante.. Un besito!<3 si veo que os gusta pronto subo el 4!
CAPÍTULO 1
Las manecillas del reloj se unieron en el número seis. Cada vez quedaba menos, pero me sentía atónita y vigorosa y los nervios corroían mi cuerpo de arriba abajo. Hundí las manos en mis mejillas, mirando el reloj con su incesable tictac. No podía evitar sonreír cuando imaginaba qué ocurriría en apenas unas horas. Cerré los ojos y pensé en el avión que me llevaría hasta Estados Unidos. Iba a hacer allí el Bachillerato de letras gracias a una beca, exactamente en la gran ciudad de Nueva York, en un barrio a las afueras de Manhattan.
El chirriar de la puerta de mi habitación cesó mis pensamientos.
Al ver la pequeña sombra que proyectaba el frágil cuerpo de Laura, casi solté una lágrima, que reprimí en los ojos mientras abrazaba a mi hermana pequeña. La cogí en brazos y la sostuve sobre mi regazo, mientras acariciaba sus rizos de apenas unos centímetros.
Laura tenía ocho años. Estudiaba en casa, donde estaba aprendiendo a leer y escribir. Tenía una maestra particular que la cuidaba y la atendía cuando ni mi madre ni yo estábamos en casa. Ella no podía ir al colegio como los demás niños de su edad. Tenía que ir al hospital y ser atendida frecuentemente. Laura sufría leucemia. No muy grave, pero tampoco para despreocuparse. Era tan delgada que parecía una pluma, se podían apreciar sus costillas bajo su camisón de seda blanca y sus dedos parecían ausentes de carne.
Era la única razón por la que a veces deseaba quedarme. Yo era lo único que Laura tenía. Si me iba, se quedaría completamente sola. Nuestro padre murió poco después de que ella naciera, y nuestra madre trabajaba todo el día en la comisaría de policía de la ciudad.
-No quiero que te vayas. –Su tierna e inocente mirada infantil me hizo suspirar. Apartó mi mano de su pelo para colocarla entre las suyas y apretó los dientes esperando una respuesta.
-Volveré pronto a verte, te lo dije. Te traeré un montón de cosas, te llamaré todos los días… -No sabía que más razones dar, pues lo cierto es que hubiera querido llevarla conmigo. Intenté hacer un esfuerzo por sonreír y porque ella no me viera desilusionada.
-¿Lo prometes? –Dijo apartando la mirada, dejándola flotando en el aire observando la nada.
-Sí. –Contesté, intentando que no notara la vibración de mi voz por culpa del nudo que se hallaba en mi garganta y trataba de salir en forma de lágrimas.
Después de un largo abrazo, me llamó.
-Clara.
-Sí.
-Si ves a Joe, dale esto. –Sacó de su bolsillo un papel doblado y arrugado. Al desdoblarlo, vi un dibujo de un chico que debía ser él. –Y dile que le quiero mucho.
Joe Jonas era uno de los cantantes de nuestro grupo favorito, Jonas Brothers, junto con sus hermanos Kevin y Nick. Era la única de mis amigas que les gustaban, pero me daba igual, porque para mí mi hermana era como mi mejor amiga.
-Se lo diré. –Susurré, y la volví a abrazar como si fuera el último abrazo de todos, mientras las lágrimas escapaban de mis ojos como si hubieran estado conteniendo todo el rato sus ganas de salir.
CAPITULO 2
Bostecé una vez, dos veces. Cerré los ojos y volví a bostezar. Parecía imposible dormir, -a pesar del sueño que tenía- pensando en lo que me esperaba tras unas horas de avión. Estaba tan nerviosa que no podía dejar de agitarme en el asiento.
Aunque para cuando pude haberme dado cuenta, había logrado dormirme. Me despertaron de vez en cuando algunas turbulencias, pero conseguí dormir casi todo el trayecto de un tirón.
Di un respingo en el asiento, sobresaltada, al oír a las azafatas de indicar que íbamos a aterrizar. Volví a sentir un extraño cosquilleo en el estómago, a causa de la culpabilidad que sentía por dejar sola a Laura y por la ilusión que experimentaba por todo lo que iba a ocurrir a partir de ese momento.
Bajé del avión algo perdida, con las maletas en la mano. Inspiré despacio, como haciéndome a la idea de dónde estaba, deseando empezar a conocer Estados Unidos y pensando que los Jonas Brothers, y en especial Nick, mi favorito de ellos, podía estar unos metros de mí, que parecen muchos, pero después de vivir en un continente mucho más lejano, ahora parecía mucho más cerca.
El aeropuerto era enorme. La gente se mostraba indiferente, cada persona iba a lo suyo, por lo que pase desapercibida. Me encantaba el ambiente internacional, los relojes enormes, las máquinas de snacks y las maletas rodando de un lado a otro.
*A partir de aquí todas las conversaciones serían en inglés*
-¿Clara? –Resonó una voz detrás de mí.
-¡Jennifer!
Me sentí agradecida de ver una cara amiga. Conocí a Jennifer por Internet en un programa del instituto; ella iba a ser mi guía y mi casera por Nueva York, mi nuevo hogar, donde viviríamos su madre; Kate; su hermana pequeña de once años; Ashley; ella, y yo.
Su casa era un piso, pequeño pero suficiente. Jennifer y yo íbamos a dormir juntas en su cuarto. La presentación fue estupenda, me acogieron muy bien. Jennifer me condujo hasta su habitación. La casa era muy bonita, los muebles eran todos de madera ya algo antiguos pero elegantes. Yo miraba hacia todos los lados con curiosidad, sentía que allí iba a estar bien.
-Ésta en mi habitación. –Jennifer abrió una puerta para mostrarme nuestro nuevo cuarto. Había dos camas individuales cubiertas con unas sábanas azules, un par de ventanas grandes y un escritorio con un pequeño ordenador portátil.
Susurré: -Me encanta.
Ella me dejó estar un rato sola para descansar del largo viaje, me tumbé en la cama para pensar, me di una ducha rápida y me puse guapa para dar la primera vuelta por la ciudad.
“Pom, pom”
Ashley se asomó despacio a la puerta, con una sonrisa pícara en los labios. Hice una seña con la cabeza para que entrara, mientras me hacía la raya en los ojos, y ella se acercó a mí dando saltos mientras sus rizos rubios rebotaban contra sus hombros.
-¿Quieres ver mi habitación antes de irte? –me preguntó de forma inocente.
-Claro que sí –Me esforcé por sonreírle, y ella, con toda la confianza del mundo, tomó mi mano y me llevó hasta la habitación de al lado.
Conforme se fue abriendo la puerta las facciones de mi rostro fueron cambiando completamente a una expresión de sorpresa, apenas podía creérmelo.
-¿TE GUSTAN LOS JONAS BROTHERS? –Lo grité tan alto que tuvo que oírlo toda la ciudad. Su habitación estaba completamente cubierta de posters de ellos; (tal como la mía de España), de objetos… una camiseta de Kevin estaba colgada en una de las sillas, y sentí de pronto una extraña sensación que indicaba que en esa casa iba a pasarlo bastante bien.
-¡Me encantan! –Rió ella mientras se sentaba en la cama, con las sábanas de ellos. –¿Y a ti?
-¡Los amo! Siempre los he amado, son mi grupo favorito. –Dije ilusionada mientras lograba hacerme a la idea.
-¡Yo también! Esto es… genial.
Jennifer llegó justo en ese momento, probablemente debido a nuestro alto tono de voz.
-¿Qué ocurre? Oh, mi hermana ya te está enseñando su asqueroso cuarto, lleno de los mierdas estos…
Me entraron ganas de gritarle lo mucho que se equivocaba, pero me resistí. Me sentí muy desilusionada, como si acabaran de darme una puñalada. La miré con algo de rabia, pero intenté mantenerme tranquila.
-A mí también me gustan. –Dije lo más tranquila que pude.
Ella hizo una mueca de asco y salió de la habitación, algo que me hizo rabiar.
-Es normal. –me tranquilizó Ashley.
-Ya. –Fue lo único que pude decir antes de salir a la calle, por si el aire me relajaba un rato.
CAPITULO 3
Comencé a caminar sin rumbo alguno, apenas sin pensar, estaba algo aturdida por todo. Apenas presté atención a lo que se encontraba a mi alrededor, tanto que casi provoqué un accidente al cruzar la calle sin mirar. Me senté en un bar a tomarme una Coca-Cola, que se me hizo algo pesada. Me senté en una esquina donde nadie se molestó si quiera en mirarme y empecé a mirar unos folletos turísticos sobre la ciudad.
Poco a poco se fue haciendo más tarde hasta que cayó la noche. La gente salió del local, que no abría para la cena, hasta tal punto que quedé yo sola. Por no hacer esperar a los camareros, salí del bar. Se había hecho de noche muy pronto, y al quedar en la calle me percaté de que, en la callejuela en la que se encontraba en bar, solo estábamos unos cuantos gatos y yo. Me puse la chaqueta, pues era una noche algo fría para ser septiembre, y comencé a andar para buscar el final de la estrecha calle, donde apenas se veía nada por ninguno de los dos lados. Fue algo bastante extraño: no recordaba por dónde había entrado, había estado tan distraída mirando los folletos que se me había olvidado todo, y ahora me sentía perdida en aquella calle tan larga que parecía que nunca acababa. Lo único que podía hacer era echar a andar en uno de los sentidos y esperar a encontrar la salida.
Anduve unos minutos en una dirección y sin parar, esperando acabar pronto. No había ni una simple farola en el callejón, de vez en cuando se oían ruidos que debían de ser debido a un gato o a saber qué que pudiera estar entre esas dos paredes. Preferí no saberlo y continuar, pero llegué al punto en el que ya ni siquiera veía por donde iba. Entonces ocurrió algo que no sabría bien como describir, fue todo demasiado rápido: al poco tiempo de estar completamente perdida, me mareé y perdí un poco el equilibrio, tropezándome. Esperé que llegara el momento en el que mi cuerpo se estampara contra el suelo, pero no fue así, pues unos brazos bastante fuertes me sostuvieron. Miré hacia atrás esperando ver su cara para darle las gracias por salvarme de un golpe que podría haber sido bastante fuerte, pero no vi más que eso, una cara, pero sin poder distinguir nada más de que era un rostro.
-¿Estás bien?
Pude averiguar al oir su voz, -dulce como la de un ángel-, que era un chico, aunque ya lo había supuesto al sentir sus brazos.
-Sí. –Dije apenas en un susurro, entornando los ojos por intentar ver los suyos, cosa que fue imposible. De pronto, me sentí incómoda al notar que continuaba en sus brazos. Él me colocó con delicadeza en el suelo.
-Lo siento, no sé que ha podido pasar. Estaba buscando la salida… y… de pronto, yo… pues… -Noté que empecé a liar mis propias palabras debido a mi nerviosismo. Noté que él reía.
-Tranquila, no pasa nada, la salida es por el otro lado. –Se agachó un momento- Y… toma tu bolso.
Había sido tan despistada que hasta se me había caído el bolso, iba a pensar que era una descuidada y seguro que había quedado en ridículo delante de aquel chico tan misterioso. Quise que me tragara la tierra por unos segundos.
-Gracias.
-No las des.
Entonces se fue tan rápido como había aparecido, y pude apreciar que su cabeza se cubría entera de oscuros rizos que rebotaban en el aire mientras se perdía en la oscuridad.
Espero que os hayan gustado..^^ COMENTAD, NO SEAIS FANTASMILLAS^^
Clara xo